Dolencia, inconsciencia... por nada.

Hace pocos días salió de la cárcel un pibe que conozco, estuvo seis meses esta vez, y digo esta vez porque antes ya lo habían encerrado dos veces; de hecho la última vez que salió hicieron una especie de bienvenida, varios de sus parientes estaban ahí, se emborracharon y amanecieron al crepúsculo del jueves, todos se veían muy contentos, se notaba en el rostro de aquellas personas la alegría de tenerlo cerca nuevamente. Su madre en medio de la fiesta improvisada, le rogo a su hijo entre llanto: primero le pidió perdón, por faltar, por el poco cariño quizás, por no haberle dado un abrazo en su momento, por no haberle dado un cachetazo en su momento. Él chico le pidió a su madre que dejara el llanto y le prometió que iba cambiar, que se iba a poner las pilas.
A los dos días me desayune la noticia de que lo volvieron a agarrar, la victima fue una chica que esperaba el colectivo, quizo arrebatarle la cartera, ella se negó, el la golpeo y así fue que salió corriendo con el pequeño motín y en la esquina frente a un súper chino, el guardia de aquel lugar se adentro en llamados y la persecuta dio como resultado que nuevamente lo atraparan. Este chico consume cocaína desde los quince años y es mas que seguro que siempre que roba lo hace para comprar mas droga. Hoy hablando con una persona que consume me dijo algo que me resulto terrible, dijo “a la merca hay que saber manejarla, si estas canchero no pasa nada”.  A mi me gustaría saber si este descarado piensa que es un mal menor, si no se ha puesto a pensar en las grandes cosas que le esperarían en su vida, a él, al otro reo que ahora esta en el calabozo y a tantos otros si no hubiesen tenido  la osadía de creer que ese mounstro no los iba a atrapar.

Me apena pensar que aquella madre no tiene consuelo, que aquella fiesta no sirvió para nada, que este sistema es justamente eso: una gran fiesta que tiene puesta una careta y que luego de las risas viene el llanto, luego de el falso éxito llega la derrota y que así también generalmente somos inconscientes a la hora de hablar y actuar.

 Confieso que siento bronca, impotencia, me da rabia pensar que por lo general terminamos condenando a aquellos a los que primero juzgamos, que el sillón sea siempre mas cómodo para relatarlo y que de miedo la posibilidad de intentar cambiarlo.

De vez en cuando escucho noticias así, de jóvenes que se arruinan la vida y me hace flaquear, me sienta nuevamente en el sillón cómodo a escribir cosas como estas y a no querer salir a la calle.








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